Reflexiones

¿Queda sitio para nosotros?

Desde que la Inteligencia Artificial ha explotado ya no queda lugar para las personas. Si eres ilustrador, escritor, traductor, creativo o incluso nutricionista, ya puedes hacerte a un lado. Ya no eres necesario. Lo que para ti supone años de estudio y especialización, trabajo de investigación, inspiración, práctica y mejora de la técnica, ensayo-error, mejora y evolución, puede hacerlo una máquina en unos pocos minutos. Todavía no es perfecta, pero en cuestión de meses acabará siéndolo. O casi.

Y con esto no quiero decir que haya que renegar de los beneficios de la tecnología, de la ayuda que puede suponer, del avance y la mejora. Pero no hay control a la sustitución. De nuevo, la deshumanización. ¿Qué motivación puede tener nadie para aprender, desarrollarse profesionalmente en ramas creativas, mejorar más allá del propio enriquecimiento personal? De momento eso no nos da de comer. Y yo aquí estoy, divagando, pensando y mirándome desde fuera. ¿Qué está pasando? Este ritmo frenético está eliminando la pureza humana, la habilidad, la creatividad. Cada día más frío, más distanciamiento, menos emoción, menos desarrollo. Nos están convirtiendo en máquinas de consumir, gastar, comprar y contaminar. De mirar anestesiados la publicidad, cada vez más y más cerca de nuestros ojos. Dispositivos móviles, relojes inteligentes y ahora gafas que te hacen terminar de evadirte del planeta. Cada vez más individualistas, cada vez menos niños, menos familia, menos naturaleza. Esclavos en trabajos que odiamos, para pagar y enriquecer a otros alquileres desorbitados, préstamos, deudas, seguros, ropa que se rompe en cuestión de semanas, dispositivos que dejarán de funcionar antes de que acabes de pagar. Es tan horrible… Que alguien nos salve.

Por eso los blogs prácticamente han muerto. Ya nadie tiene tiempo para mantener la atención leyendo un pequeño artículo. Demasiado texto, sin vídeo. Qué va. Mejor ver un reel en Instagram y pasar al siguiente en un bucle sin fin, llenando tu cerebro de basura inútil. Y los que siguen activos, muchos, están escritos directamente por inteligencia artificial.

Ojalá pueda encontrar mi lugar en el mundo, ojalá encuentre un rincón donde escapar, un lugar donde evadirme de esta locura consumista y contaminante, sin corazón, sin humanidad.

Reflexiones

¿Ya no somos humanos?

¿Qué está ocurriendo? ¿Nos estamos deshumanizando? ¿Qué somos? ¿Cerebros anestesiados? ¿Ojos que miran sin control un dispositivo que muestra toneladas de imágenes, vídeos e información a un ritmo frenético? Nos quieren vender cosas, nos quieren enseñar, educar, formar, que compremos sus productos. ¿Nadie se da cuenta de la locura que son las redes sociales últimamente? Recuerdo cuando instalé Instagram hace doce años. La tenía por una red social de fotografía, y yo, que estudiaba diseño gráfico por aquel entonces, disfrutaba subiendo mis fotos y mirando las de mis amigos. Empecé a coleccionar mis recuerdos en forma de fotografía, con pequeños apuntes sobre mis vivencias, para que quedara un registro, para que hubiera un recuerdo. Para que si en algún momento yo faltaba, se pudiera leer mi amor por mis hijos, mi marido, mis amigos, mis viajes y mis experiencias. Pero ha ido derivando en una locura sin control, donde el vídeo domina la red social, donde casi no se muestran fotografías, donde se trata de captar tu atención y retenerte ahí unos minutos. ¿Qué estamos haciendo? Abrimos la aplicación sin pensar, automáticamente, como un hábito ya instaurado. Bajamos el contenido con el dedo sin apenas pensar, mientras el mundo sigue ahí fuera, mientras nos perdemos la puesta de sol desde nuestro balcón, mientras nuestros hijos juegan y ríen ajenos a nuestra atención. Captamos nuestras vivencias a través de nuestros dispositivos, no sabemos ya disfrutar las escenas sin compartirlas antes por ahí. Parecemos muertos vivientes con la mente nublada y anestesiada, estamos dejando de lado nuestra humanidad, estamos dejando de lado el mundo real. Ya no sabemos usar nuestras manos para cultivar la tierra. No sabemos preparar nuestra comida. No sabemos coser nuestra ropa si se rompe, ni disfrutar de nuestros hijos o nuestros amigos sin chequear constantemente la dichosa red social. Porque es como una adicción. Es un hábito muy instaurado y lo más triste de todo, es que no nos damos cuenta. ¿Explotará todo esto? Yo tengo la esperanza de que sí. Ojalá vuelva la humanidad, ojalá las relaciones vuelvan a ser más importantes que las redes sociales, ojalá volvamos a coleccionar momentos en nuestros recuerdos y no tanto en redes sociales, donde buscamos aparentar o mostrar una vida que quizá ni sea la nuestra, una proyección de lo que querríamos ser o vivir, atados al algoritmo y con los píxeles clavados en los ojos todo el día.

Pies descalzos andando por la orilla de la playa
Reseñas

La dependienta de Sayaka Murata

La dependienta es un libro pequeño, corto, aparentemente sencillo, pero lleno de significado y con un mensaje muy profundo que te hace reflexionar. La dependienta cuenta la historia de Keiko, una mujer de 36 años que trabaja por horas en un konbini. Este tipo de trabajos suelen realizarlo estudiantes o gente de forma más bien temporal. Pero Keiko ama su trabajo y es extremadamente aplicada y disciplinada. En esta historia vemos cómo es juzgada por no formar parte de la sociedad de la manera que se espera. No hace las cosas que en teoría debería hacer una mujer de su edad. Es constantemente criticada y juzgada. Ella intenta encajar, pero no acaba de comprender cómo ni por qué.

En la sociedad en la que Keiko vive, el empleo define a las personas. Es decir, tú eres tu trabajo. También se resalta la importancia del matrimonio, la familia y el qué dirán. En esta historia, para algunas personas, incluso familiares cercanos de Keiko, es más importante que la protagonista haga lo que se espera de ella como mujer que forma parte de la sociedad, antes que ser feliz. Es decir, da igual si no eres feliz o tu matrimonio no funciona, da igual lo que a ti te guste, lo importante es que no seas diferente ni llames la atención.

Admiro la capacidad que tiene la escritora de transmitir ideas con una complejidad y profundidad suficientes como para hacer que te replantees tu propia vida, de una forma tan aparentemente sencilla y fácil. En este libro no se encuentra mucha acción, ni un argumento enrevesado, con muchos personajes o aventuras en mundos con vastas descripciones. Es una historia sencilla con una lectura muy crítica entre líneas que no puedo dejar de recomendar.

Es un texto adictivo, que te invita a continuar leyendo y, por otro lado, si te gusta Japón o la cultura japonesa, podrás apreciar muchos rasgos y características de la misma, además de que reconocerás muchas de las cosas y lugares que se describen en la novela.

Sin duda guardo este libro en el estante de aquellos que me han encantado y lo recomendaré cada vez que tenga oportunidad.

4/5

Escribo

Oniros

— Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro — la reportera leía el teleprompter sin apenas cambiar su expresión — Un hombre de cincuenta años ha sobrevivido a la caída desde un octavo piso. — Eli tenía los ojos rojos, hacía ya dos noches que no podía dormir. Estaba viendo por enésima vez la repetición de las noticias en el canal 24 horas. A su lado, en una mesita, se hallaba una taza con restos de una infusión ya fría. Sobre sus piernas reposaba 1984 de Orwell y eran aproximadamente las cuatro de la madrugada. No lo podía entender. ¿Por qué no podía dormir? Cuando se acostaba, cansada, cerraba los ojos y nada ocurría. Nunca había tenido una dificultad similar, jamás había tenido problemas para conciliar el sueño, pero ahora se había vuelto tarea imposible. Suspiró. Miró el reloj de pared, volvió a mirar a la presentadora que ahora hablaba sobre el robo en una joyería.

Eli se levantó y se dirigió a su habitación. Se calzó sus botas, se puso un abrigo de los muchos que colgaban en su armario y protegió su cuello con una bufanda de punto bastante gruesa. En la mochila guardó su cartera y sus llaves y, no sin antes despedirse de su gato Nix, salió de casa. Había nevado un poco, lo suficiente para cuajar; su aliento emitía nubes de vaho blanco que se evaporaban hacia el cielo negro. Empezó a caminar con las manos en los bolsillos, sin un rumbo fijo, quizá pasear un poco le vendría bien. Podía escuchar el crujido de la nieve bajo sus pies, esa era una de sus sensaciones favoritas. Además, el silencio nocturno le permitía disfrutarlo bien. La calle estaba desierta y se apreciaba el murmullo del viento entre los árboles. En ese momento, divisó una luz a lo lejos de lo que parecía ser un establecimiento. No era la primera vez que paseaba por esa calle de noche y jamás se había percatado de que hubiese un local abierto a esas horas en su barrio. Como tampoco tenía nada que hacer, decidió dirigirse hacia ese lugar.

A medida que iba llegando, pudo ver que se trataba de una librería o algo similar. Fuera colgaba un cartel con el dibujo de un libro y, a través de las ventanas, podía distinguir estanterías y un fuego que ardía en una chimenea. Al llegar frente a la puerta se quedó quieta unos instantes con las manos aún en los bolsillos. El aire frío mecía su melena y adormecía sus mejillas. Entrecerró los ojos ante un cartel que había en la puerta y leyó: «Club de lectura Oniros». ¿Desde cuándo había un club de lectura en su barrio? Siendo asidua a la biblioteca y fiel cliente de la única librería que se podía encontrar en esa zona, ¿cómo era posible que nunca hubiese oído hablar de dicho club?. Además, ¿por qué estaba abierto a esas horas?.

Tocó la puerta sin vacilar. Tres golpes secos que resonaron en toda la calle. Pero no obtuvo respuesta. Volvió a repetir los tres golpes con sus nudillos. Entonces oyó crujir la puerta, que poco a poco se fue abriendo ante ella. Un aroma a café, canela y vainilla la embriagó. El calor del fuego que se escapaba por la puerta despertó la circulación de sus mejillas. Bajó un poco la vista y vio a un anciano decrépito que la observaba incrédulo: — ¿Qué hace usted aquí? —preguntó con mucha curiosidad. Eli se sintió algo incómoda y titubeó un poco, mirando al suelo. Al alzar la vista de nuevo respondió: — No puedo dormir. Hace cuarenta y ocho horas que no logro conciliar el sueño y… — Eli no sabía si esta respuesta era la más adecuada, pues estaba ante un extraño, pero la falta de sueño le hacía hablar casi sin pensar — ¡Maravilloso!— la interrumpió el anciano — ¡Tenemos una nueva lectora en nuestro club! —. Algo confusa, aceptó la invitación y entró.

Se sentó en una butaca de piel, grande y mullida. El espacio era extremadamente acogedor: numerosas estanterías guardaban una enorme colección de libros que prácticamente ocupaban todas las paredes. En el suelo, alfombras clásicas amortiguaban los pasos. Había diversas butacas dispuestas en círculo alrededor de una mesita repleta de pastas, té y café, junto al fuego. Frente a ella se encontraban varias personas que la observaban con curiosidad. Debían ser miembros del Club.

— Bien, querida — dijo el anciano cerrando la puerta tras de si — ¿Cómo te llamas? —.

— Me llamo Eli — respondió, mientras con la vista no dejaba de analizar cada detalle del curioso habitáculo — ¿Me pueden explicar qué es esto? —.

— Bienvenida al Club de lectura Oniros. Este club es para insomnes a los que les apasiona leer. — Eli se estremeció. ¿Estaba soñando?

Sin duda era una situación muy extraña. Había pasado de estar en su casa sin poder conciliar el sueño, a estar en un supuesto club de lectores incapaces de dormir. Pensó que quizá sería mejor quitarle importancia al asunto y simplemente disfrutar de lo que se le ofrecía.

Eli pidió permiso con una mirada y el mismo le fue concedido. Entonces se levantó del sillón y empezó a caminar por el habitáculo, husmeando entre los estantes. Había muchos libros de literatura clásica, enciclopedias anticuadas sobre animales y plantas, alguna que otra novela contemporánea, pero también libros extraños cuyos títulos no llegaba a comprender. De pronto se topó con una puerta entreabierta que conducía al piso subterráneo. Sobre la puerta, un letrero grabado en madera con un texto estampado en dorado rezaba: “Donde habitan los sueños”. Llena de curiosidad comenzó a bajar las escaleras. Mientras descendía, empezó a vislumbrar una vasta cantidad de estanterías dispuestas en hileras. Había mesas de madera maciza, iluminadas débilmente por lamparillas individuales. Por lo que veía, estaba bastante oscuro ahí abajo. No terminó de bajar la escalera, cuando una mano se apoyó sobre la suya en la barandilla: —¿A dónde vas, querida? ¿Sabes que no es de buena educación lo que estás haciendo? — con una sonrisa forzada, el anciano apretaba cada vez más la mano de Eli, hasta casi hacerle daño. Esta se sintió muy incómoda, pero de todos modos se disculpó, retrocediendo y volviendo al piso superior. Sin embargo, no pudo evitar echar una mirada por encima del hombro a aquel lugar tan extraño.

Una vez arriba, el anciano cerró la puerta tras de si, manteniendo la falsa sonrisa con los dientes muy apretados y mirándola por encima de las gafas. —Disculpe, no quería ser desagradable — se excusó Eli — de hecho, creo que voy a marcharme. —No vas a marcharte — le increpó el anciano — No puedes marcharte.

Los demás invitados la miraban mientras cuchicheaban entre ellos. Eli no podía creer lo que estaba ocurriendo. —Será mejor que te sientes ahí — dijo el anciano señalando el sillón que unos minutos antes había estado ocupando. Ella se acercó, intimidada, y se sentó tratando de hacer el menor ruido posible.

El grupo continuó como si nada hubiera ocurrido, charlando y comparando sus análisis de la última obra que habían leído. Alguno alzaba la voz más que otro, queriendo imponer su opinión sobre la interpretación de uno de los párrafos, pero por lo demás, mantenían un debate bastante monótono.

Eli estaba nerviosa. Quería marcharse de ahí cuanto antes, pero ese viejo se había puesto bastante desagradable y no dejaba de echarle miradas amenazadoras que, combinadas con falsas sonrisas, lo convertían en un ser grotesco. Ella fingía atender a la charla mientras pensaba formas de escapar.

Al rato, pensó que realmente ese anciano no iba a ser capaz de detenerla, pues ella era más joven y fuerte y la puerta se encontraba a tan solo unos metros. Quizá si se levantaba y se marchaba sin más, los demás no tendrían tiempo de hacer nada. Pero por desgracia no fue así. Cuando Eli se levantó, dos de los hombres allí presentes se dirigieron rápidamente a la puerta para evitar que escapara. Ella sonrió nerviosa y dijo que había sido un placer, pero que tenía que marcharse. Entonces el anciano enfureció y gritó: — ¡Te he dicho que no te vas! — Eli empezó a caminar hacia atrás asustada, acercándose cada vez más a la pared que había tras de si. Sintió el frío del pomo de la puerta de aquel extraño almacén en su brazo. Todos la miraban. No lo dudó. Con agilidad se giró, abrió la puerta bruscamente y bajó los peldaños de dos en dos a toda velocidad, perdiéndose después entre las hileras de estanterías, corriendo con todas sus fuerzas. Serpentaba entre estanterías, escabulliéndose. Escuchó las voces y las pisadas de aquellos que la buscaban, pero cada vez estaban más lejos, así que fue aminorando la marcha hasta que se detuvo y, apoyándose en sus rodillas y sin dejar de jadear, fue recuperando el aliento.

Mientras trataba de controlar la respiración, miró a su alrededor. Estaba sorprendida por lo inmenso que era aquel lugar. Jamás lo hubiera imaginado: era un paraíso repleto de libros y más libros. Estanterías kilométricas que llegaban al techo. Escaleras de madera daban acceso a los libros que estaban en lo más alto. Entre hileras de estantes, había pequeños habitáculos delimitados por los mismos que disponían de mesas, probablemente dedicados a la lectura y al estudio.

Se escondió en uno de esos rincones. En las mesas que estaban tan al fondo, las lamparillas permanecían apagadas, por lo que había la suficiente oscuridad como para que no la encontraran a simple vista. Se sentó en el suelo, detrás de la mesa, apoyada en los libros de uno de los estantes que creaba aquel refugio. Solo se oía silencio. Eli jadeaba y temblaba, en parte por la adrenalina y en parte por el miedo a que la encontraran. Estuvo sentada ahí durante varias horas, pensando en la manera de escapar.

Observaba el techo de aquel lugar. Recorría las estanterías con la mirada. Se fijó en lo que había justo frente a ella. Se encontraba la mesa y también la silla. Encima de la mesa había un libro. Se levantó torpemente, pues después de varias horas tenía las rodillas entumecidas. Cogió el libro. La tapa era gruesa y de cuero verde. Lo abrió y empezó a hojearlo, pero no había nada. Las hojas estaban totalmente en blanco. De la primera a la última. Lo volvió a dejar en su sitio y se dirigió a una de las estanterías. Cogió otro libro al azar y lo abrió, también estaba vacío. Revisó muchos libros, todos los que pudo y en ninguno había una sola letra. Probó con libros de otros pasillos, empezó a revisar en numerosas estanterías. Y nada.

Quería irse, ahora más que nunca, pues ni siquiera había una línea que leer ahí. Había sido un error y ahora no sabía cómo escapar.

Silencio.

Solo se puede oír la respiración de Eli. Lenta, acompasada. Se ha dado por vencida. Está sentada contra un estante, de los cientos que hay en este lugar. Ya no sabe ni por dónde vino, está totalmente perdida en un laberinto de libros en blanco. Se deja llevar por su propia respiración. Cree que ya no hay nada más que pueda hacer, tan solo dejarse ir…

Sus párpados van entrecerrándose, su cabeza está echada hacia un lado. El pelo le cae sobre la cara, sus manos descansan boca arriba en el suelo. Cada parpadeo es más y más pesado, hasta que le vence el cansancio y sus ojos se sellan. Un suspiro la introduce en el sueño. El remolino de pensamientos acaba desapareciendo, quedando el vacío.

— Son ladrones de sueños. Los Oniros quieren robarte los sueños.

— ¿Los Oniros?

—En todos estos libros estaban escritos los sueños. Los Oniros fueron siempre los responsables de lo que soñaban los humanos, pero parece que ya no les queda más. Ahora quieren recuperarlos. Creo que han olvidado su misión, o simplemente se han cansado. Quieren tus sueños, quieren despojarte de lo que a ellos ya no les queda. Has llegado aquí porque no puedes dormir. Para ellos, ya no necesitas tus sueños, por lo que es una buena razón para quitártelos.

De repente, Eli despertó. Seguía en ese lugar. Una lechuza se alejaba volando entre las estanterías al mismo tiempo que graznaba.

Tras ponerse en pie, comenzó a caminar. No sabía bien qué hacer, pero no podía seguir ahí por mucho tiempo. El estómago ya le rugía, demandando comida. Estaba agotada y los músculos del cuerpo le suplicaban descanso.

Ya estaba harta. Ya era suficiente. Tenía que acabar con esta situación de una vez por todas. ¿De qué servía tener miedo? Si no solucionaba este problema, probablemente moriría de hambre ahí dentro. Así que, ¿qué podía haber peor que eso? Decidió que intentaría encontrar la puerta por la cual había entrado a ese almacén de libros vacíos tan extraño. Y si tenía que enfrentarse a los Oniros, sin duda, lo haría. Caminaba entre estantes, serpenteando aleatoriamente entre ellos, pensando que en algún momento tendría que encontrar aquellas escaleras que llegaban a la puerta. Y ahí estaba, frente a ella. No podía comprender cómo las había encontrado tan rápido.

Inspiró, hinchando los pulmones al máximo. Empezó a exhalar el aire muy despacio, mientras, agarrándose a la barandilla, comenzaba a subir. Aunque estaba nerviosa, no tenía miedo. Estaba deseando volver a su casa, acariciar a su gato…

Agarró el pomo de la puerta y, sin dudarlo, abrió. No pudo evitar cerrar los ojos por un momento, mientras el mecanismo de la misma se desencajaba del surco en la madera, desbloqueando el paso.

No oía nada. Entró en la habitación, donde horas antes habían estado reunidos aquellos extraños personajes.

No había nadie.

A unos pasos se encontraba la puerta que daba a la calle. No esperó más y se dirigió hacia la misma. Abrió. Aire limpio le entró por las fosas nasales. La luz del sol le hizo entrecerrar los ojos. No podía creerlo, pero estaba fuera.

Caminó hacia su casa sin mirar atrás.

Reseñas

Ready Player One de Ernest Cline

9788466649179El mundo real es cada vez menos atractivo: las ciudades son decadentes, existe mucha pobreza y sólo los más adinerados y con un puesto de trabajo decente pueden permitirse vivir bien. Esto se debe a que existe una crisis energética por el petróleo. Delincuencia, malhechores, robos y violencia es lo que puedes encontrar en las  calles de cualquier ciudad. Los que no tienen la suerte de contar con trabajo o dinero suficiente, deben subsistir a base de cheques para alimentos entregados por el estado y vivir en viejas agrupaciones de caravanas amontonadas que bien podrían recordarnos a las favelas. Existe mucha hostilidad y la vida, en general, es cada vez más triste, oscura y violenta.

Pero existe una solución perfecta para poder huir de la realidad y se llama OASIS. Es una especie de fusión entre realidad virtual, un mmorpg (videojuego de rol multijugador masivo en línea) e internet. En OASIS tienes acceso a todo, de hecho, una gran parte de la población estudia y/o trabaja ahí. El gobierno financia el acceso a OASIS, por lo que todo el mundo puede acceder de manera gratuita a través de un equipo de inmersión (el más básico consta de una consola, unas gafas y unos guantes). La situación que se está viviendo propicia que muchas personas prefieran esta realidad virtual al mundo real. OASIS es tan sumamente importante para la sociedad, que los créditos del juego son tan valiosos como el propio dinero.

El multimillonario creador de OASIS es James Halliday. Halliday fue siempre una persona obsesionada con los años ochenta, época que le tocó vivir durante su adolescencia. Era un friki, programador, experto en todos los videojuegos creados durante esa década, amante de la música, el cine y toda la cultura popular del momento. Antes de fallecer, Halliday dejó escondida en su vastísima realidad virtual una especie de huevo de pascua y propuso un «juego» que se pondría en marcha tras  su muerte. El que lo encontrara se convertiría en heredero y dueño de todo OASIS, lo que significaba que la primera persona en lograrlo pasaría a ser una de las más poderosas de la tierra, dueña de una fortuna y un poder incalculables. Pero algo tan grandioso, obviamente, no iba a resultar fácil de obtener.

Es aquí donde comienza la aventura del protagonista, Wade Watts (Parzival en OASIS) que tiene una vida mediocre y pobre y que encuentra en OASIS un escape, como tantas otras personas. Él se obsesiona con  encontrar el huevo de pascua sí o sí, por lo que dedica su vida entera al estudio del difunto creador, convirtiéndose en un experto en su vida y en todo aquello que le apasionaba.

Pero Wade no es el único que quiere encontrar el huevo de pascua, muchísimas personas y una empresa poderosa y sin escrúpulos se unirán a la carrera por hacerse con OASIS, su control y en consecuencia el control de toda la realidad virtual y todo el dinero que genera y posee.

Ready Player One es un recorrido maravilloso por toda la cultura pop de los 80/90: películas, libros, videojuegos, juegos de mesa, cómics… un sinfín de referencias que entusiasmará a los nostálgicos y a los más freaks.

La historia es apasionante y se nota que está escrita con muchísimo mimo y cuidado. Hay una cantidad de referencias e información brutal, de hecho, yo, que nací en el año 1990, he tenido que buscar algunas de las referencias porque no las conocía. Muchísimas otras sí, pero ya os digo, si sois de los ochenta/noventa os apasionará.

El autor ha escrito de manera magistral el libro: la trama está increíblemente bien hilada, no hay momentos lentos o pesados. Sabe mantener el ritmo y la curiosidad del lector, haciendo que no pueda parar de leer cada página sin parar, en busca de más. Me ha maravillado, me ha parecido muy original tanto el argumento como el desarrollo de la historia hasta llegar al desenlace, que no me ha defraudado ni me ha sabido a poco. Algo muy difícil, porque la lectura del propio libro me iba generando unas expectativas brutales y llegué a temer que el final me defraudase, cosa que no ha ocurrido.

Es un libro super épico, adictivo, divertido, profundo y que plantea muchísimos aspectos del futuro que veo muy probables y que no veo tan alejados de la realidad. Creo que el propio escritor nos ha dejado muchas pistas y claves en el libro que muestran el camino que estamos siguiendo y la gran probabilidad de que algo así acabe ocurriendo. ¿O no está sucediendo ya con internet? Muchos encontramos aquí lo que no tenemos en persona: gente con gustos muy concretos en común, hacemos nuestras compras, vemos las recomendaciones de películas o libros, incluso vemos las películas o leemos los libros en nuestro propio equipo a través de Internet. Nos relacionamos, nuestro concepto de sociedad y relación humana ha cambiado completamente con internet, ha sido una de las grandes revoluciones de la humanidad. No veo nada descabellada la idea del libro y creo que nos hace reflexionar muchísimo sobre esto y sobre lo que significará para nosotros Internet y la tecnología en general.

No puedo dejar de recomendarlo. Ready Player One ha pasado a mi lista de libros favoritos, sin duda me ha dejado huella y me parece una obra maestra.

5/5

NaNoWriMo 2015

Preparando mi NaNoWriMo

Bien, bien, que no cunda el pánico. Estamos a tan sólo cuatro días del comienzo del reto y estoy nerviosa. Esta vez me he tomado muy en serio terminarlo, por lo que no puedo fallar. Estos días he estado (y aún estoy) preparando las que serán mis 50000 palabras, y no creáis que es fácil.

El sistema que estoy siguiendo para preparar mi novela es el siguiente:

1- He escrito en un pequeño párrafo una idea muy básica y muy general de lo que es el argumento en sí. Desde que escribí este párrafo resumiendo la historia, debo decir que he conseguido profundizar y cambiar algunos matices (y más que cambiaré a medida que escriba, estoy más que segura). Esto me ha servido como base para continuar programando mi historia.

2- He creado varios personajes. Les he puesto nombre provisional y una muy breve descripción.

3- He apuntado lugares en los que transcurre la novela y los he descrito brevemente, de igual modo.

4- Ahora me encuentro dividiendo la historia en capítulos (más o menos) y resumiendo cada uno de ellos. Todavía no se bien cómo terminará, pero he podido imaginar muchas escenas que me interesan. Esto me sirve como guía durante la escritura y evitará que me estance (o eso espero).

5- Detalles: a medida que he ido describiendo cada elemento, se me han ocurrido muchas ideas. Cosas que le dan vida al contexto, elementos que me parecen interesantes. No los he descrito demasiado, simplemente apunto todas las cosas que me vienen a la mente y que luego releo, pues se pueden olvidar fácilmente. De este modo no las pierdo y me ayudan a alimentar mi novela.

¿Qué saco de todo esto? Que mi cerebro no para de imaginar situaciones nuevas, ideas y cosas y me da miedo no saber abarcarlo todo correctamente, hilarlo con lógica y crear el mundo que estoy imaginando. *Cierra los ojos y respira hondo* Tengo un mes entero para desarrollar. Lo sé. Ahí no quedará ni la más mínima parte, porque mi intención es continuar puliendo y mejorando la historia. Pero ya ha germinado. Está ahí, es un brote diminuto que sobresale tímidamente entre el montón de tierra que lo empujaba hacia la oscuridad. Ya ha recibido agua y sol. Es tan pequeño y frágil que podría romperse en cualquier momento, pero mi deber es protegerlo y cuidarlo para que crezca durante el mes de noviembre.

Estoy dispuesta a ello. Mi cabeza no para de pensar, es como una locomotora en marcha.

Por lo tanto, mi mes de noviembre será:

-Leer
-Grabar (pues tengo intención de expandir mi blog y acompañarlo de vídeos)
-Hacer ejercicio
-Escribir, escribir y escribir.
-Consultar el foro del NaNo y twittear.
-Descansar, que para eso he trabajado durante todos estos meses sin tener vida.

¡Estamos a unos días del gran día! :)